miércoles, 1 de diciembre de 2010

Etimología


Es una palabra compuesta, "calar" el "día", "marcar el día", en referencia a la actividad de marcar en un hueso el paso de los días, con una vara en el suelo en una posición sucesiva, normalmente en forma de anillo -de donde proviene la palabra año-, y posteriormente en una tablilla; y marcar el dios correspondiente a esa fecha, en una representación física del movimiento de los astros, normalmente del Sol (calendarios solares), de la Luna (calendarios lunares) o de ambos (calendarios lunisolares).

Estas representaciones gráficas del movimiento se conocen desde el neolítico. En la época greco-romana se realizaban en unas tablillas de arcilla de las que se conservan numerosos ejemplares. En una acepción técnico-material, en latín, se refiere a esa tablilla donde se marcaba el día. La acepción actual se refiere al cómputo anual que procede del término anillo o año, se aplica desde una astronomía de posición terrestre con el centro en este planeta y describe el movimiento oscilante y repetitivo de los astros de referencia en relación al anillo o círculo marcado en el suelo, lo que vincula directamente el concepto de año o anillo con el neolítico y los llamados círculos calendáricos.

El comienzo del año en la era romana era marzo, y se llamó de esa manera en honor a Marte, dios de la guerra; abril, fue llamado por Aperire, en latín "abrir", que significaba el renacimiento de la primavera; mayo, en honor a Maia, la diosa de la primavera; junio, en honor a Juno, esposa de Júpiter y diosa del matrimonio.

En la época de Julio César, Quinctilis se cambió por julio en su honor y un poco más tarde en los años del emperador Augusto se cambió Sextilis por agosto. Los meses de enero y febrero, como se explica más adelante, se añadieron después. Febrero fue llamado así en honor a Februa, el festival de la purificación, y enero por el dios Jano, dios de las puertas.

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